Reinventando las matemáticas: de la ansiedad al disfrute

El sexto cumpleaños de tu hijo/a es para celebrarlo por todo lo alto. Si vives en España, por su cumpleaños el sistema educativo le regalará 1.014,6 horas de clases de matemáticas durante los próximos seis años. Si todas esas horas se concentraran en un solo curso, los estudiantes tendrían 5,7 horas diarias de matemáticas, lo que excedería en 45 minutos la jornada escolar estándar, sin contar recreos ni descansos. Además, durante los cuatro años de la ESO, se añadirían otras 640,8 horas a ese total.

En definitiva, la etapa de escolarización obligatoria, de 1º de primaria a 4º de la ESO, se salda con la friolera de 1.655,4h de clases de matemáticas. Por suerte, ni ellos ni probablemente tú, podéis imaginar cuánto tiempo de la vida suponen 1.655,4h. Esto no incluye eventuales repeticiones de curso. Para que te hagas una idea, es más o menos la carga lectiva de un máster universitario.

A estas horas hay que sumar las dedicadas a deberes y estudio, que podrían duplicar esa cifra. Sería lógico esperar que, con este tiempo, todos los niños y niñas adquirieran un amplio conocimiento de la materia y se convirtieran en expertos sin grandes dificultades. Sin embargo, recibir clases no siempre implica aprender.

Si no se aprenden todos los contenidos que caben en esa ingente cantidad de horas, se habrán perdido y desperdiciado en forma de aburrimiento muchísimas horas de vida útil que pueden aprovecharse para jugar, por ejemplo, y la causa de ello no está en los propios niños y niñas.

Algunos/as identificarán esta disciplina como algo apasionante. Un elevadísimo porcentaje, sin embargo, la ubicarán entre una de las mayores pesadillas de su niñez y adolescencia. Difícilmente, será una asignatura que no deje huella, para bien o para mal.

En España, el 37% de los estudiantes experimenta lo que se conoce como «ansiedad matemática», una reacción de miedo y estrés ante esta disciplina, que en ciertos contextos psicológicos se considera un trastorno.

Este 37% equivale a millones de personas que, tras recibir sus 1.655,4 horas de clase, han salido escaldadas y no han logrado disfrutar de una de las maravillas intelectuales de la humanidad, de la emoción que se experimenta al resolver un problema de forma creativa, la comprensión a fondo, la representación en la naturaleza, y las innumerables aplicaciones prácticas de las matemáticas. . Todo eso se lo han perdido y además les ha condicionado de forma muy limitante para el resto de sus vidas.

Muchos jóvenes acabarán eligiendo una carrera o un trabajo en base a la premisa de no tener que ver una fórmula o realizar ningún cálculo. Tal vez a ti te ha pasado. Otros y otras huirán de situaciones o conversaciones en las que se pueda poner de manifiesto su falta de conocimiento, habilidad y autoestima en cualquier aproximación a las matemáticas porque tenemos la mala costumbre de asociar la inteligencia a un buen desenvolvimiento en esta materia. A una persona muy inteligente se le dará igualmente bien resolver un problema de matemáticas, escribir una poesía o analizar una película.

Sin embargo, es posible que tú te identifiques con este grupo. Es posible que tus hijos/as también.

Cuando un niño/a dice “esto, ¿para qué me sirve?” deberían saltar todas las alarmas del colegio, del barrio, y del Ministerio de Educación. Esa frase esconde este mensaje: “no lo entiendo, no lo disfruto, no le veo futuro, esto me está invadiendo, me siento sobrepasado/a y perdido/a, me siento tonto/a”. Está fallando el presente y el futuro. Está colapsando la autoestima de un niño/a. Y está pidiendo ayuda. No es ninguna tontería.

En ese punto, el error más común es explicar para qué sirven las matemáticas de forma determinista, porque entonces validas el sufrimiento. Por ejemplo: “esto sirve para que el día de mañana puedas operar en el banco, para que puedas estudiar una carrera de ciencias, para que no te engañen cuando hagas la compra, para que puedas aprobar esta asignatura…”. Mal. Error. Cancela toda explicación de para qué sirve. Los niños y niñas no se ven en semejante futuro, no alcanzan allí. No tranquiliza ni motiva a nadie semejantes justificaciones.

“Esto para qué me sirve” jamás será pronunciada por alguien que está jugando, comiendo su comida favorita, charlando con sus amigos o practicando el deporte que más le gusta. Nadie tiene nunca que preguntarse por el sentido de su disfrute. Disfrutar es el camino y el objetivo, todo en uno, en el aprendizaje de las matemáticas y en la vida en su conjunto.

Si no disfrutas la vida, la pregunta surge sola. Necesitas un sentido y un objetivo futuro para soportar el sufrimiento del presente, un escenario al que aspirar que te garantice algo mejor. Si buscas un objetivo, validas el sufrimiento ¿te suena la expresión “vale la pena”? Significa validar sufrimiento a cambio de un premio posterior.

Por eso, la mejor respuesta que se me ocurre a la pregunta “esto para qué me sirve” es: esto te sirve para disfrutar ahora y el resto de tu vida, y si no lo estás haciendo es porque no te lo he explicado bien o porque yo no tengo los recursos..

Esto no significa que no se requiera esfuerzo. El disfrute no es incompatible con el esfuerzo. ¿Qué niño jugando en un espacio abierto no acaba sudando y agotado? Para algo están las endorfinas, para que el esfuerzo, el cansancio o el dolor estén en un segundo plano frente al placer que te reporta lo que estás haciendo.

Las matemáticas son algo muy especial. Son la concreción y sistematización de los procesos mentales abstractos y también una herramienta que permite el desarrollo de nuevos procesos mentales. Las matemáticas han permitido a los seres humanos adaptarse a todos los entornos del planeta y sobrevivir a condiciones totalmente hostiles.

Su presentación a los niños y niñas nunca debe seguir el mismo esquema que otras asignaturas.

Una clase de matemáticas tradicional reúne los ingredientes de una tormenta perfecta psicológica:

  • Exceso de abstracción en edades tempranas.
  • Falta de juego social.
  • Escasa aplicación práctica.
  • Aprendizaje mecánico y memorístico.
  • Ambiente emocionalmente hostil (aburrimiento, necesidad de movimiento, ruido, etc.).
  • Poca conexión con los intereses personales de cada niño/a.
  • Presión de docentes y familiares.
  • Sobrecarga de tiempo y tareas.
  • Expectativas elevadas.
  • Asociación errónea entre buenos resultados y alta inteligencia.
  • Comparaciones con hermanos o compañeros de clase.
  • Falta de atención a la experiencia emocional durante el aprendizaje.

 

El conocimiento que queda después de tantas horas y tantos años de clases y estudio de las matemáticas es irrisorio, y no hace honor a semejante inversión de tiempo y energía. Y si queda algún conocimiento o habilidad adquirida digna de ser validada y utilizada, en muchos casos queda castrada por la barrera psíquica generada en un entorno de auténtico abuso e invasión intelectual y académica mantenida año tras año.

Aquellos que conectan con las matemáticas y las disfrutan, seguramente no habrán perdido tanto tiempo, pero quizás les sepa a poco. No es la cantidad de horas lo que sabe a poco, sino las posibilidades de profundizar y expandir la mente si se dispone de los recursos, de explorar y entrar en terrenos que escapan al programa curricular establecido.

María Montessori creó, a lo largo de varias décadas. un sistema de aprendizaje de las matemáticas conectado con diferentes áreas de la vida y del conocimiento, adecuadas a cada etapa de desarrollo, con profundización progresiva, pero fácil, amable, interesante, que despierta las ganas de aprender paso a paso, dejando bien asentados los conceptos básicos, y viajando de forma natural desde lo concreto hasta la abstracción.

Con nuestro Salón Matemático queremos que los niños y niñas tengan una experiencia diferente de las matemáticas: que disfruten esta disciplina, que vean que se pueden tocar con las manos, manipular y ver, que entiendan sus utilidades utilizándolas de verdad, sin libro de texto ni exámenes.

Y sí, lo que ofrecemos incrementa necesariamente el número de horas de matemáticas a la semana, pero el objetivo es que las más de 1.000 horas restantes que les quede por recibir en el colegio y en el instituto (cortesía del sistema educativo español), empiecen a tener otro color, a cobrar otro interés, a generar una sensación de control, de disfrute e incluso de ir por delante.

Reserva una clase de garantía y experimenta las matemáticas como nunca antes.

Rafael Román

Fundador de Granada International Montessori School

La ansiedad matemática es una respuesta emocional negativa que muchos niños experimentan al enfrentarse a problemas de matemáticas. Puede manifestarse como miedo, estrés o nerviosismo, lo que dificulta el aprendizaje y afecta su rendimiento académico. A largo plazo, esta ansiedad puede limitar su confianza y hacer que eviten carreras o actividades relacionadas con las matemáticas.

El método Montessori reduce la ansiedad matemática al ofrecer un enfoque más personalizado, práctico y libre de presión. Los niños exploran las matemáticas a través de materiales manipulativos que les permiten entender conceptos abstractos de forma concreta. Además, el aprendizaje en Montessori se da a su propio ritmo, sin exámenes ni calificaciones, lo que disminuye el estrés y la competencia entre compañeros.


Las matemáticas tradicionales suelen ser demasiado abstractas y desconectadas de la vida cotidiana de los niños. Además, el sistema educativo se enfoca en la memorización y en resolver problemas de manera mecánica, lo que puede resultar aburrido y frustrante. Esto, combinado con la presión de exámenes y tareas, contribuye a que los estudiantes no disfruten del aprendizaje ni vean su utilidad.


El juego es una parte fundamental del aprendizaje Montessori. A través de materiales didácticos diseñados específicamente, como cuentas, bloques y tarjetas, los niños pueden explorar conceptos matemáticos de manera divertida y práctica. Estas actividades lúdicas permiten a los estudiantes descubrir y aprender matemáticas sin darse cuenta de que están «estudiando», lo que hace que el proceso sea más agradable y efectivo.

El método Montessori introduce a los niños a conceptos matemáticos desde una edad temprana, alrededor de los 3 años. Sin embargo, en esta etapa inicial, el enfoque está en la preparación indirecta a través de actividades sensoriales que desarrollan habilidades como la clasificación, el reconocimiento de patrones y el conteo, sentando las bases para un aprendizaje matemático más avanzado en el futuro. En nuestra escuela, Granada International Montessori School, trabajamos con niños y niñas desde los 3 hasta los 12 años. En el Salón Matemático, atendemos a niños y niñas de 6 a 12 años.

Sí, el método Montessori es ideal para todos los niños, incluidos aquellos que tienen dificultades con las matemáticas. Al ser un enfoque flexible y personalizado, se adapta a las necesidades y ritmos individuales de cada niño. La combinación de aprendizaje práctico, apoyo emocional y un entorno de baja presión ayuda a los niños con dificultades a superar barreras y mejorar su comprensión y confianza en las matemáticas.

Matemáticas con materiales Montessori

Para desarrollar la mente creativa

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