Sin embargo, detrás de las notas o la evaluación de final de curso, se esconde un elemento fundamental: la motivación.
Podríamos hablar largo y tendido sobre las diferentes variables que influyen en la motivación (hábitos saludables, relaciones sociales, tiempos de exposición a pantallas o adiciones, traumas no superados, etc.).
Pero nos vamos a centrar en algo sencillo: cómo acompañar a los niños para que su motivación aumente.
El cine es un modelo que nos enseña cómo hacer que los espectadores mantengan la atención durante una hora y media seguida.
La propia película se encarga de que tu cerebro cambie la atención de una escena a otra, y si se escapa fuera de la pantalla, en seguida la recupera modificando las músicas, los sonidos, los personajes…
Recurren a miles de trucos para que cientos o miles de horas de rodaje y producción queden condensados en una historia de una hora y media.
¿Las administraciones y centros educativos no han observado que todo un curso escolar es como el rodaje de una película, cuya esencia se puede resumir en unas pocas horas?
¿Qué espectador soportaría tragarse un rodaje entero? Pretendemos meter en los niños una película sin hilo, ni argumento, ni desenlace, ni música, ni humor, y que dura cientos de horas.
Si un curso escolar es esto, poco podemos hacer para que estén motivados por lo que se les obliga a aprender.
La obligación, por cierto, es el primer paso para la desmotivación.
El tiempo que dura una comunicación del maestro al niño debería ser muy inferior al tiempo que pasan las criaturas en acción y en movimiento físico dentro del colegio.
Para eso, hay que saber quitar la paja del currículo y dar propuestas de acción interesantes para ellos.
Una información impactante le deja una marca a cualquiera, porque la memoria se refuerza al evocar el recuerdo de ese impacto.
Aquí tenemos la primera propuesta: simplificar e impactar.
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